El acero al carbono se usa ampliamente en la construcción de edificios, puentes, automóviles, barcos, maquinaria, herramientas y muchas otras aplicaciones donde se necesitan resistencia estructural y durabilidad. Sin embargo, es más susceptible a la corrosión que a los aceros de aleación, especialmente en entornos húmedos, y a menudo requiere recubrimientos o tratamientos protectores para prolongar su vida útil.